Resumen:
La motivación de realizar un trabajo sobre la violencia en la transferencia y contratransferencia se sostiene en una inquietud que posiblemente no solamente me sea propia. En el ámbito del SNIS, se está haciendo más frecuente la llegada de pacientes o padres de pacientes, que me quieren imponer la obligación de “atenderlos” porque, a su vez, a ellos se les ha “impuesto”. Se trata de “pacientes” sin una demanda de psicoterapia sentida como propia, sino una demanda exigida desde una figura de poder, ya sea judicial, institucional o familiar. Ante la transferencia negativa que esto genera en ambos sentidos, es posible una alianza terapéutica? Ante la negativa de cualquier acción introspectiva y angustia alguna, es posible construir una demanda? Es posible sumergirse en un proceso á dos, cuando no hay voluntad? Qué se puede hacer cuando el paciente expresa que lo único que lo mueve hasta el consultorio es obtener algo que no valora, pero que necesita para lograr un documento probatorio ante otro, que también lo está violentando si se me permite, y lo antes posible?

Resumen:
En la presente comunicación intento pensar cómo se da el encuentro con la persona o la familia adoptiva de niños/as que por haber sufrido negligencia y/o maltrato han sido separados de su familia de origen. En estos niños/as, en general, se observan apegos desorganizados. Los adoptantes se sienten desorientados frente a niños/as con trastornos de conducta y del sueño, con serias dificultades en la regulación de los afectos, que se muestran mandones y agresivos buscando controlar toda nueva situación que los asusta. Para los niños/as la adopción implica enfrentarse a personas prácticamente desconocidas y a costumbres que probablemente les resulten extrañas. El encuentro entre adoptante/es y niño/a es una situación que genera gran estrés para ambos. Frente a estas situaciones de estrés tanto en el niño/a como en los adultos, se ponen en juego sus propios modelos operativos internos activándose las estrategias que hasta ese momento han sido utilizadas frente a este tipo de situaciones. El o los adoptantes, al sentirse perplejos ante las conductas desorganizadas del niño/a corre/n el riesgo -muy a su pesar- de terminar respondiendo en espejo ya sea controlando excesivamente al niño o abandonándolo afectivamente, retirándose de la interacción pudiendo incluso llegar al extremo de dudar de que sea posible la continuidad de la relación. Reflejan en su mirada el temor y desconcierto que les ocasiona el desencuentro. De esta manera el niño/a puede vivirse como alguien temible al tiempo que empezar a representar para ellos una figura que suscita inseguridad y temor. Se necesitan más que padres suficientemente buenos; su tarea deberá ser más que “parentar”. Ser padres que puedan brindar regulación afectiva, ser predecibles y lo suficientemente empáticos como para responder adecuadamente en tiempo y forma a lo que el niño/a hubiera demandado si hubiera podido.